Mi mejor amiga
Mi madre era una mujer luchadora y muy trabajadora,
de carácter fuerte, sin embargo muy sutil y dulce en su persona. Le gustaba
mucho la naturaleza. Al menos una vez al año se desvivía por viajar a algún
lugar de Venezuela en el que abundaran los paisajes, y por supuesto, toda la
familia se disponía a seguir con ánimo alguna nueva aventura.
Su amor por la
naturaleza le venía desde muy niña, ya que su infancia transcurrió en una
región de Venezuela que fue bendecida por el Creador, tal es, la región de
Guayana, específicamente, en Puerto Ordaz, Estado Bolívar. Durante el año 1962
sus padres, de origen canario se residenciaron en esta ciudad, y alquilaron una
casa ubicada frente al Parque Cachamay, famoso por su exuberante belleza, su
abundante vegetación y sus caídas naturales de agua. Aquellas imágenes causaron
en ella recuerdos imborrables y felices de su infancia. A pesar de no tener una
muy alta estatura, le gustaba encaramarse a los árboles para recoger frutos. Entre
sus recuerdos más vivos está el que me contaba con turbación relacionado con la
represa del Guri. Antes de soltar las aguas de la represa, fueron rescatados
innumerables cantidades de animales, entre ellos, monos, serpientes,
cocodrilos, babas, iguanas, osos hormigueros, morrocoyes, y algunos de ellos
fueron ubicados en el Parque Cachamay, cosa que a ella le estremecía al tener
tales vecinos.
A sus 17 años, se
trasladó de Puerto Ordaz a Caracas para comenzar sus estudios en la Universidad
Central de Venezuela en la que obtuvo el título de Ingeniero Civil mención
Hidráulica en el año 1982. De allí en adelante, su trabajo profesional siempre
estuvo relacionado con viajes algunos de aventura tanto en Venezuela como en el
exterior.
Con ese afán de
aventura de mi madre, viene a mi recuerdo el primer viaje que emprendí con ella
y mi familia al Parque Nacional Morrocoy en Agosto del año 2000. El viaje desde
nuestro hogar, en San Antonio de Los Altos hasta el hotel donde nos hospedamos
en Chichiriviche, fue de unas cinco horas. Durante el viaje me llamó mucho la
atención los espejismos de agua en la carretera, y la explicación que me dio mi
madre acerca de los mismos. Mi padre, al ver una iguana en la vía, frenó
bruscamente el vehículo, haciendo que todos en el auto se exaltasen. Recuerdo
la expresión intensa y fogosa en los grandes y penetrantes ojos pardos de mi
madre al reclamarle a mi padre esa acción, y cómo mi padre la justificó al
compadecerse por el pobre animal.
Llegamos al hotel, y
nos hospedamos en una amplia y acogedora habitación. Recuerdo el clima caluroso
que hacía al salir de aquella, y la hermosa piscina con sus tres toboganes,
donde acudimos a refrescarnos. Al día siguiente tomamos un peñero y nos
dirigimos a uno de los cayos, donde pudimos apreciar lo hermoso de aquel lugar
paradisíaco.
Otro de los tantos
viajes que viene a mi memoria fue cuando estuvimos en Puerto la Cruz en el año
2007. Las casas en los canales y en general, todas las construcciones me
impactaron, y lo único que iba repitiendo en el camino era “¡oh, dios!, ¡oh,
dios!”, lo que le causó mucha gracia a mis padres. Hacía muchísimo calor, y mi
madre recogió su ondulado y rojizo cabello para colocarse un sombrero que la
protegiera del sol, asimismo se colocó sus lentes oscuros. Al verla con su
atuendo playero que resaltaba su figura esbelta y su piel trigueña, sobresalía
además en ella, su gracia y elegancia. Decidimos luego, ir de paseo al Mirador,
donde presenciamos un hermoso atardecer. Al día siguiente, mi madre contrató
una lancha para hacer un recorrido por toda el área de Mochima. Allí pudimos
apreciar los hermosos paisajes, el color cristalino y azul del mar, con sus
olas que se ondeaban al compás del viento, cuyas gotas de agua nos salpicaban
el rostro, al ritmo de los saltos que daba la lancha en su romper de olas. Al
mismo tiempo, nos llamó la atención una gran roca en forma de tortuga a la cual
mi madre no se cansaba de tomarle fotos.
Siento la nostalgia de
que mi madre no nos pueda acompañar más a esos hermosos paseos de aventura,
pero sé que en alguna parte estará ella preparándose para nuevos viajes a
lugares fascinantes, y tal vez desconocidos a los que mi imaginación no puede
siquiera alcanzar.
Annabel *
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